Estas fiestas de Semana Santa hemos querido hacer algo distinto. Fernando nos sugirió que podíamos ir a pasar el día a Tobarra, su pueblo natal. Así lo pensamos y así lo hemos hecho. Resuelta que hoy es el cumpleaños de Fernando y para él ha sido un día muy especial porque ha recordado sus tiempos de cuando era más joven. Todos lo hemos pasado muy bien.
Al llegar lo primero que hemos hecho es prepararnos y tomar fuerzas con los bocatas que traíamos de casa y una coca de sardinas. Alguien ha llegado con un poco de mareo, pero pronto se le ha pasado.
Caminando por las calles nos hemos encontrado mucha gente vestidos con túnica y tocando su tambor, cada uno a su ritmo, pero todos iban en la misma dirección, camino del Calvario. En este pueblo es una costumbre tocar el tambor durante toda la semana santa, de día, de noche, mayores, niños, todos tienen su tambor y los hay de muchos tipos, desde los más modestos hasta verdaderas joyas.
El acto de la bendición consiste en que suben a un monte todos los pasos, al lado de una ermita, a todo esto los tambores no dejan de tocar, por todas las calles y rincones del pueblo. Una vez están todos los pasos en el rellano del monte Calvario, que así es como se llama, tocan una corneta y se hace un respetuoso silencio. El Cristo nazareno, separa su brazo de la cruz y hace la bendición a los asistentes, y lo van girando hasta cuatro veces para que mire a todo el personal. Cuando termina con la bendición y vuelve a posar su mano en el madero empiezan todos los tambores a sonar en un estruendo que llena todo el pueblo. Es un momento que todos viven con mucha emoción. Después vuelven a bajar uno a uno todos los pasos y se van en procesión por las calles de Tobarra. Una cosa curiosa de este pueblo es que tienen unos artilugios que les llaman “los carritos de San Juan” que consiste en una gran trompa con unas ruedas que sacan en todas las procesiones y las tocan para rellenar el silencio cuando la banda de música para de sonar. Es un sonido grave y serio que impresiona al que lo escucha.
La Semana Santa de Tobarra es una fiesta que está declarada de Interés Turístico Regional y Nacional. Es conocida en todo el mundo por unas características que hacen que sea diferente y consigue sorprender al visitante.
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Después de disfrutar de este evento tan especial para Tobarra y los tobarreños, hemos buscado un lugar donde comer, sentarnos un poco y recobrar fuerzas. Con la tripa llena nos hemos ido a explorar la localidad y a hacer la digestión.
¿Tú qué haces sin túnica y sin tocar el tambor? le ha dicho un vecino a María Luisa. Y dicho y hecho le ha colocado el tambor y ella que pensaba que este señor conocía a alguno de los que íbamos no se ha resistido y ahí ha estado con las baquetas dale que dale.
Fernando se ve que le ha dado envidia y tenía ganas, les ha dicho que él era del pueblo y le han dejado que tocara, que él tocaba hace muchos años. Nos ha demostrado a todos que si que sabe y todavía se acuerda. Esto es como subir en bicicleta, que una vez que aprendes nunca se olvida.
Cortijo también ha querido probar y uno de los vecinos le ha dicho que tiene mucha idea, que tiene ritmo. Hemos pasado un rato divertido.
Es muy común ir por la calle y cruzarte a grupos todos tocando el tambor, o también personas solas, sin prisa, caminando y tocando. No se concibe ir con el tambor por la calle sin sacarle el sonido característico. Estos días, se viven en la calle, disfrutando del tambor, de los amigos y familiares. Parecíamos extraños, similar a lo que pasa cuando en carnavales todos van disfrazados menos tu.
Hemos pasado por el museo del tambor y estaba cerrado. Nos hemos contentado con tocar un tambor invisible en la puerta, ¡somos como niños!
Después hemos subido a ver la Ermita de la Encarnación pero también estaba cerrada. Abrían un poco más tarde.
Unos hemos descansado de la subida y otros hemos inspeccionado la zona y disfrutado de las vistas que se contemplan desde la altura.
Ha empezado a refrescar y hemos tenido que echar mano de las chaquetas. El cielo se estaba poniendo más oscuro, avisándonos de que se estaba haciendo tarde y que llegaba la hora de irse para abajo camino de los coches y emprender el viaje de vuelta a Alicante.
Y para que el día sea completo y se cumplan las previsiones, ha empezado a lloviznar y hemos tenido que abrir los paraguas que llevábamos para un “por si acaso”.
¡¡Feliz Cumpleaños Fernando!!
¡Hasta otra!
